“Con La
Esperanza Adelante Con Los Recuerdos Detrás”.
Atahualpa Yupanqui
Hemos
llegado hasta aquí con nuestro Proyecto Político de 500 años de Historia y con la
mirada puesta en la Patria Grande y Justa que soñaran los libertadores de ayer
y que sueñan los libertadores de hoy.
En
este día –parafraseando al inmortal Silvio Rodríguez, hijo de Martí- yo he
preferido hablar de cosas imposibles, porque de lo posible se sabe
demasiado. Hoy quiero hablar de heroísmo,
de épica, de movimientos románticos, de proezas que no han sido contadas
suficientemente ni superadas en ninguna parte del mundo a lo largo de la historia,
como fue la Independencia suramericana.
Hoy
quiero hablar de Nuestra América, de mi país, de este Chile que he recorrido
como a la comarca de Violeta, desenterrando
cántaros de greda y liberando pájaros cautivos, desenterrando cántaros de
sueños y esperanzas y liberando pájaros de liberad y de justicia.
Desenterrando
el gemir de los últimos humillados, el dolor de los que aún claman justicia y
liberando el recuerdo que nos redime, que nos explica y que nos da sentido y
razón como a la guitarra y el canto de Víctor Jara que no cantaba por cantar ni
por tener buena voz, sino porque su guitarra y su canto tienen sentido y razón.
Nosotros
y nosotras los malditos hijos de Malinche, los que tenemos que seguir
soportando a los dioses insaciables que gozan con lo robado, a los que hemos
entregado la grandeza del pasado, para quedarnos 300 años como esclavos. Hijos del maleficio de brindar al extranjero
nuestra fe, nuestra cultura y nuestro pan, que en pleno siglo XXI seguimos
recibiendo rubios, abriéndoles la casa y llamándoles amigos, hoy queremos con
rebeldía, con obstinación e insistencia mirar nuestros 500 años de historia y
reconocer allí un pasado lleno de heroísmo y luchas de resistencia, las que hoy
levantamos y gritamos de nuevo -en Chile- desde este teatro que lleva el nombre
de un guerrero mapuche,
Caupolicán, quien fuera
sucesor de Lautaro en la resistencia contra los conquistadores españoles que
invadieron su tierra.
Nosotras
y nosotros somos los descendientes de los esclavos que hicieron la revolución
negra que relata María Isabel Grau en su libro: La rebelión de los esclavos en
Haití que comenzó en 1791 y terminó en 1804 instalando la primera República
independiente de Nuestra América como
la llamaba Martí.
Esos
esclavos negros con nombres franceses (Toussaint-Louverture y Jean-Jacques
Dessalines) fueron los primeros padres de la Gran Patria, ganaron la primera independencia
suramericana, allá en ese Haití que hoy es el país más pobre del continente, y
desplegaron una política de solidaridad y colaboración con los procesos
independentistas de otras regiones de América. Es en esa tierra libertada por esclavos que Francisco
de Miranda y Bolivar encontraron apoyo para la independencia venezolana.
Nosotras
y nosotros aún oímos el eco de las campanas de esa parroquia, desde donde el
cura Hidalgo en un Grito de Dolores llamó a los mexicanos a desconocer la
autoridad del rey de España y a la sublevación del pueblo.
Somos
los que inspirados en el Manifiesto de Benito Juárez –ese hijo de indígenas
zapotecas que llegó a la presidencia de México- decimos junto a él “que el pueblo y el gobierno respeten los
derechos de todos pues en el respeto al derecho ajeno descansa la paz”.
Somos
aquellos y aquellas que con Villa y Zapata –esos rebeldes que derrotaron al
dictador Porfirio Díaz y a su sucesor Victoriano Huerta- volvemos a pedir
tierra y libertad y con toda América cabalgamos con ellos a lomo de sus
caballos.
Somos
aquellos y aquellas que compartimos el sueño de la reunificación
centroamericana en una sola Patria Grande de Francisco Morazán, y que muriera en
la ruina fusilado tras un juicio sumario después de nunca haber abandonado su
objetivo de unificar en una sola bandera a los 5 países de América Central.
Somos
los que luchamos junto al general de los hombres libres –Augusto Cesar Sandino-
en contra de las invasiones norteamericanas en Nicaragua y que sabía que la
verdadera independencia de Nicaragua, sería solo el resultado de su integración
espiritual, económica y política en el seno de una confederación de pueblos
centroamericanos.
Nosotros
y nosotras, hijos de esta tierra larga, sufrimos hoy la herida de esa Colombia
de Jorge Eliécer Gaitán, cuyas denuncias le costaron la vida, lo asesinaron por
oponerse al país político que solo pensaba en sus empleos y en su poder,
mientras el país nacional pensaba en su trabajo, en su salud, y en su cultura,
que eran desatendidos por la clase política.
Y
con Víctor Haya de la Torre nos duele el otro Chile como a este peruano le
dolía también el otro Perú en donde los indios sufrían la esclavitud y soñamos
junto a él con el gran país desde el Río Grande hasta la Patagonia.
El
proyecto que hoy proclamamos tiene 500 años de historia, es el proyecto de los
hijos de Martí que reclamamos el derecho a construir nuestra propia América, sin
modelos importados desde el Norte, somos el Sur, siempre el Sur que reafirma su
voluntad soberna de darse sus propias instituciones, sus propias universidades
y sus propias políticas de desarrollo, su propia raza y su propia
cosmovisión. Somos ese Sur que admira el
amor de nuestros pueblos originarios por la tierra, por el agua, por los montes
andinos y con ellos queremos construir una nueva manera de habitar el mundo,
bajo el signo del respeto, con el sello de la justicia y con el trabajo
liberado.
Los
que acá estamos, somos un proyecto unido a la causa de nuestra América Latina. Nos lo recuerda con su voz grave y sus
guitarras negras, el trovador oriental Alfredo Zitarrosa, en su milonga de la
patria grande: “No habrá camino que no
recorramos juntos, tratamos el mismo asunto orientales y argentinos,
ecuatorianos, fueguinos, venezolanos, cuzqueños, blancos, negros y trigueños,
forjados en el trabajo, nacimos de un mismo gajo del árbol de nuestros sueños”.
Nosotras
y nosotros, chilenos, nacidos en el último lugar del mundo, acá en esta ciudad
acorralada por símbolos de invierno, de un país aislado por los fuertes
cordilleranos, el desierto salitrero, el páramo de la Patagonia y el furioso
mar pacífico, compartimos con nuestros pueblos hermanos, la trágica y amarga
historia del continente, de esta Nuestra América frustrada en malos amores,
atrapada en la maldición de Malinche, la que nos ha dejado la colonialidad y el
capitalismo como herencia nefasta y oscura, como esclavitud y devastación de la
madre tierra.
La
colonialidad, concepto acuñado por el peruano Aníbal Quijano, se construye a
partir de la conquista de América: la colonialidad del poder –deberíamos
empezar a usar este término y su significado- es uno de los elementos
constitutivos del poder capitalista. Se
funda en la imposición de una clasificación de razas como fundamento del poder,
estableciendo la superioridad de los conquistadores y la inferioridad de los
negros y de los indios suramericanos conquistados y sometidos.
La
colonialidad del poder nace con la destrucción de las sociedades y culturas
aborígenes y la subordinación de éstas a la dominación de los colonizadores; con
la creación de una relación de desigualdad entre identidades ‘europeas’ y
‘no-europeas’; con la reducción de las poblaciones colonizadas a ser campesinas
e iletradas, impedidas de usar sus propias imágenes y sus propias lenguas; con la
obligación de abandonar bajo represión sus prácticas de relación con lo
sagrado; se funda en la sumisión a la hegemonía del saber europeo como manera
de conocer.
Esta
colonialidad del poder fue la clave maestra para que Nuestra América Latina, en
el mismo momento y en el mismo movimiento histórico, se entregara sumisa al
emergente poder capitalista mundial, en la construcción de lo que Wallerstein
llamara un único sistema mundo, cuyos centros hegemónicos se localizaban en
Europa. Nuestra herida abierta desde
hace 500 años es que América Latina se inventó para engrandecer el capitalismo
mundial, euro centrado, depredador y desigual.
A partir de la evidencia de que
el desarrollo capitalista necesitaba de una fuente inagotable de riquezas y
ganancias, la depredación de América y los 400 años de esclavitud,
constituyeron la fuente nutritiva por excelencia del capital.
Esa
es la herida que nos explica, que aún está abierta, porque hoy el capitalismo
–bajo la forma de la globalización y el neoliberalismo- viene por más, son
insaciables y quieren de nuevo convertir toda forma de vida en oro financiero:
los ríos, las montañas, los mares y los bosques australes. Nuevas devastaciones y nuevas esclavitudes se
alzan en el horizonte. Lo digo hoy con
el ánimo entero y como lo cantábamos ayer: “ponga
atención, mi compadre, que vienen nuevos negreros” (Inti Illimani, Samba
Lando). Ya están aquí, sabemos sus nombres, son los
Matte, son los Luksic, los Angelini, son los Paulmann. Y son crueles, y son despiadados pues su
patria es el dinero, han olvidado eso de ser fundamentalmente seres humanos, y
por eso dan terror, su insensibilidad inunda la vida pública de nuestros
pueblos.
Es por eso que hoy día alzamos la voz como una sola memoria, ya no
hay nadie que replique, somos una misma historia (Inti Illimani, Samba Lando).
Acá estamos los chilenos y chilenas
hijos de la Mistral, la que ayer se horrorizaba frente al Estado gendarme y que
hoy llegamos a ser por la desgracia de la Constitución de Pinochet, así lo
decía con su acento de maestra de escuela: “Ni
el escritor ni el artista ni el sabio ni el estudiante pueden cumplir su misión
de ensanchar las fronteras del espíritu si sobre ellos pesa la amenaza del Estado
gendarme que pretende dirigirlos. El
trabajador intelectual no puede permanecer indiferente a la suerte de los pueblos,
al derecho que tienen de expresar sus dudas y sus anhelos. América en su historia no representa sino la
lucha pasada y presente de un mundo que busca en la libertad el triunfo del
espíritu. Nuestro siglo no puede
rebajarse de la libertad a la servidumbre.
Se sirve mejor al campesino, al obrero, a la mujer, al estudiante,
enseñándoles a ser libres, porque se les respeta su dignidad” (Carta de G
Mistral a Benjamín Carrión).
Oh Chile,
decimos en monocorde ritmo nerudiano, “largo
pétalo de mar y vino y nieve, ay cuándo cuándo y cuándo me encontraré contigo. El mundo está naciendo. Pero si llueve en Lota sobre mí cae la lluvia,
si en Lonquimay la nieve resbala de las hojas, llega la nieve donde estoy. Crece en mí el trigo oscuro de Cautín. Yo tengo una araucaria en Villarrica, tengo
arena en el Norte Grande, tengo una rosa rubia en la provincia, y el viento que
derriba la última ola de Valparaíso me golpea en el pecho con un ruido quebrado
como si allí tuviera mi corazón una ventana rota. Ay Patria, sin harapos, ay primavera mía, ay
cuándo y cuándo despertaré en tus brazos empapado de mar y de rocío” (Neruda, Cuándo Chile Cuándo).
Chile,
cuna de mis ancestros, me duele tu dolor, me duele verte sometida y humillada,
desprovista y depredada. Me duelen los
15 mil niños maltratados en los campos de concentración del SENAME y me duelen
los tantos trabajadores de ese servicio que intentan lo imposible con los pocos
recursos que le asigna el Estado, mientras otros reciben por quintales los
recursos para hacer sus negocios. Me
duele ver en las calles de mi país a mis hijos, jóvenes estudiantes, vendiendo
sus oficios –malabaristas, músicos, bailarines- para pagar sus estudios o
ayudar a sus padres, sin derechos y sin protección. Me duele ver a los profesores de Chile,
maestros de los nuevos hombres y mujeres, reventados por la carga de trabajo y
los sueldos indecentes; me duelen las escuelas públicas donde nacen los nerudas
y las mistrales, rebajadas a cloacas indecentes, a espacios vacíos de todo
bienestar; me duelen los pescadores artesanales arriesgando su vida cada vez
más allá del horizonte para hacer el pan de cada día; me duelen mis hermanos
mapuches encerrados por pedir respeto, dignidad y tierra; me duelen Chile tus
hospitales precarios e insuficientes; me duelen los miles y miles de enfermos
esperando turnos en colas interminables para acceder a ser atendidos con meses
y años de espera; me duelen Chile tus trabajadores haciendo huelgas ilegales,
soportando la postura ruin y egoísta de sus empleadores; me duelen Chile tus
madres que madrugan día a día para servir a sus hijos primero y luego a sus
patrones, en horarios interminables, con salarios de hambre y volviendo a casa
agotadas para iniciar otra jornada de trabajo; me duelen los más de 2 millones
de discapacitados que se desplazan sin amparo y sin ayuda por las calles del
país, que no pueden terminar sus estudios y que les quitan las pensiones cuando
encuentran un trabajo; me duelen los jóvenes que aman a sus animales y
protestan ante la crueldad con que la sociedad egoísta los usa para producir
ganancias, ante las autoridades que no se incumben en el cuidado de estos seres
tan sensibles como nosotros.
Me duelen
Chile tus montañas fracturadas para extraer tu savia que le da oro, plata y
cobre al capital extranjero, mientras acá las carencias son tantas; me duelen
Chile tus ríos hirvientes de veneno que arrojan las industrias sin piedad y sin
cordura; me duele Chile tu Mar Pacífico despoblado de vida, depredado y
convertido en depósitos de muerte, en basural del capitalismo reinante y de la
ambición enloquecida de los señores de la guerra; me duelen tus bosques
australes talados para dar paso al negocio forestal, al desierto verde de pinos
y eucaliptus; me duele Chile tu agua en mano extranjeras; me duelen Chile tus
ríos represados para darle energía a los negocios del poder; me duele la
mentira y la hipocresía de tus políticos; me duelen los pueblos olvidados de Coronel
y Tocopilla, infestados de termoeléctricas; me duelen los valles aplastados por
la Barrick Gold y su proyecto Pascualama; me duele Chile entregado a esa
empresa del delito que es Monsanto, me duelen y me enferman las semillas
transgénicas que tú Monsanto produces para cultivar el poder y dominar la
tierra; me duele el valle de Azapa quemando sus olivares para abrir el reino de
Monsanto; me duele Hidro-Aysen y sus mentiras para justificar sus nichos de
negocios.
Chile,
todo en ti hoy es un dolor diseminado por el territorio ¿Dónde están los
verdugos que te convirtieron en zona de castigo? ¿Dónde están los que te
vendieron y crucificaron? ¿Dónde los valientes que te salvarán? ¿Dónde los
hombres y mujeres de amor que te redimirán y te harán de nuevo una tierra
prometida?
Hemos
venido acá, en esta tarde de septiembre, en la primavera meridional que nos
enclava en el Sur del mundo, a tomar un compromiso, a jurar solemnemente sobre
este suelo sagrado, cubierto de muertos con dignidad, que vamos a buscar con
ahínco y voluntad, los depósitos donde los dioses guardan sus tesoros de amor y
de esperanza, para liberar la patria, para levantar el vuelo, para marchar de
nuevo por los caminos de la justicia, de la verdad y de la libertad.
Vamos
a tomar tu cuerpo herido de patria lacerada y con la delicadeza de un amante te
vamos a cuidar, te vamos a restaurar, para que vuelvan los niños a reír viendo reír
a sus padres, y los jóvenes vuelvan a cantar y a enamorarse pero con la fe
puesta en el mañana y no con el corazón acongojado por el inhóspito futuro;
para que los viejos puedan contemplar su historia y vean su descendencia con
sosiego en el corazón y no sean despojos olvidados por una sociedad ciega y
sorda ante el dolor humano, degenerada por la razón depredadora del
capitalismo.
Lo
hemos dicho muchas veces, suena soberbio, pero hablamos con la verdad, esto no
es una candidatura más, es un proyecto político que tiene por tarea la
refundación de Chile, esta candidatura no es comercial, no se hace con
publicidad, no se encuentra en los supermercados. Está hecha de amor y de esperanza, de sueños
y utopías, de largas luchas, de viejas y renovadas tareas.
El
Navegante de Gati ya lo anunciaba en tiempos de dictadura: “Y si al cielo lo cambiaras, por toda esta realidad, sé que todo sería
tan diferente, ya que la fe que tu haz puesto, no se juega no se transa, ni por
un solo momento, es fogata que corre en tus venas, es quizás tiempo gastado, es
un sol que llevas dentro, primero y sin segundo, es el amanecer de tu alma”.
Vamos
a refundar Chile porque esto que tenemos hoy, ya no es el Chile de nuestros
amores, no es el Chile de Vicente Huidobro cuando en el puerto, los mástiles
estaban llenos de nidos, y el viento gemía entre las alas de los pájaros” (V
Huidobro, Noche). Ni es el Chile de
Pablo de Rocka en el que el amor era más eterno que la muerte, y podíamos
decirle a la mujer amada: “Adentro de un
arco de llanto que ningún ser humano ya jamás mirará, Yo borrado, acuchillado
con la lengua quemada por el ancestro del mundo y el grito inútil como adentro
del pellejo universal, te seguiré llamando”.
Este
nuestro Chile que nos duele es el engendro de muertes, torturas y
desapariciones. Las bases morales de
nuestra patria, hoy, son la impunidad de los poderosos. El golpe de Estado no se hizo para matar y
torturar. Fue necesaria la tortura y la
muerte para construir el Chile de las AFP que producen ejércitos de pobres; fue
necesaria la desaparición forzada de personas para hacer de la salud y de la
educación un negocio lucrativo y degenerado; fue necesario el exilio para traer
de vuelta al capital extranjero que usurpa el cobre, el oro, la plata y el agua.
Toda esa brutalidad fue el fundamento de este Chile con una Constitución
déspota y autoritaria.
Este
proyecto político que hemos empezado a construir se ha propuesto grandes
tareas:
Recuperar
los recursos naturales –cobre, litio, oro, bosques, agua y suelos- para
garantizar los derechos fundamentales a la educación, a la salud, a las
pensiones dignas sin AFP y a la vivienda.
Vamos a recuperar el cobre para Chile, para la felicidad de nuestros
pueblos, para restaurar la alegría que tanto nos falta en este suelo de
opresión.
Vamos
a terminar con el endeudamiento y lo que hoy son servicios mañana serán
derechos, lo que es una sociedad lucrativa, mañana será un sociedad de derechos. No más capitalismo en la salud ni en la
educación, no más capitalismo en las pensiones, vamos a terminar para siempre
con esos mataderos que son las AFP y vamos a restaurar la solidaridad con nuestros
abuelos; vamos a restituir la dignidad del trabajo, la centralidad del trabajo,
la importancia del trabajo, de los salarios dignos y del respeto a la clase
trabajadora, porque es ella quien produce la riqueza; vamos a construir casas
dignas para la vivienda (70 mil casas sociales por año); vamos a restituir la
dignidad de los pueblos originarios, vamos a poner en libertad inmediata a los
presos políticos mapuches procesados por ley antiterrorista; vamos a derogar
esa nueva ley maldita, vamos a terminar inmediatamente con la ocupación militar
del Wallmapu, de la Araucanía; vamos a construir hospitales y escuelas; vamos a
terminar con la humillación del Transantiago y crearemos una empresa pública
responsable de ese servicio; vamos a hacer las cosas bien, porque hoy se
gobierna para los poderosos y no para los desheredados. No más mi patria hecha girones por el lucro y
la acumulación capitalista. Chile, te
quiero libre, te quiero justo, te quiero amable, quiero oír la risa de tus
niños sin temor por su mañana.
Traeremos
de vuelta la justicia y volverá el trabajo digno para empleados públicos y
privados: fin a la subcontratación, derogaremos el Código Laboral de Pinochet y
la ConcertAlianza, restituiremos el derecho a huelga, la negociación colectiva
y la sindicalización con trabajadores que tengan realmente poder negociador.
Pero
por sobre todo vamos a recuperar los derechos políticos. Pondremos fin a siglos de dominio autoritario
y construiremos la verdadera democracia, vamos a ponerle fin a esa Constitución
oprobiosa de 1980, hija del maridaje inmundo entre Ricardo Lagos y Augusto
Pinochet. Una Asamblea Constituyente,
constituida por delegados de pueblos originarios, campesinos, trabajadores,
empleados públicos, pescadores artesanales, mujeres, estudiantes secundarios y
universitarios, discapacitados, diversidad sexual, académicos y profesores,
serán los encargados de crear la nueva Constitución y un nuevo orden que
consagre el principio de la voluntad general y el derecho de los pueblos a
autogobernarse, en donde la democracia sea participativa y no representativa,
donde los chilenos que viven en las provincias tengan autonomía política y
económica.
La
tarea es ardua, serán tiempos de fatiga y extenuación, pero también serán
tiempos más felices, serán tiempos para desplegar la imaginación, tiempos de
construcción, tiempos donde la creatividad no tenga límites, donde lo imposible
no tiene cabida, porque en la Nuestra América de García Márquez, el realismo
mágico hace posible gestas épicas, actos heroicos, tareas titánicas, proezas
desbordantes y amores imposibles. No son
tiempos para amores cobardes, porque sabemos que “la cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes. Los
amores cobardes no llegan a amores, ni
a historias, se quedan allí. Ni el recuerdo los puede salvar ni el mejor orador
conjugar”. Y nosotros somos amantes y no simples
mortales.
Así
pues todos los que acá estamos tenemos una grande tarea, debemos salir a
difundir el proyecto, conseguir adherentes, convencer a los indecisos. Jóvenes de mi país, hablen con sus padres,
hablen con sus amigos, con sus abuelos, con sus vecinos, hagamos de esto una
oportunidad para romper el hielo de las separaciones que tan solos nos dejan. Una gota y otra gota hacen tormenta. Que cada uno de nosotros consiga 10 más y así
entraremos en la segunda vuelta. Porque
si ello ocurre, nada ni nadie podrá impedir esta avalancha de esperanza y de
sueños que entrará en La Moneda.
A los
comandos del movimiento les llamamos a seguir organizándose, a movilizarse en
torno a este proyecto y las candidaturas a lo largo de todo Chile. Llamamos a todos a sumarse en cada rincón de
Chile a la Gran Gira Nacional que se inicia el día de mañana. A recorrer Chile con nosotros, ustedes son la
campaña. Ustedes son la causa y razón de
este movimiento.
Desde acá queremos
agradecer a todos y todas quienes a través de su apoyo y participación han
entendido que esta candidatura somos todos y todas, que crece día a día al
igual que la esperanza de la gente que sueña con un Chile feliz. No seré sólo
yo quién entrará en La Moneda, somos todas y todos. Nuestro proyecto político es distinto porque
nace de una lucha de 500 años por la libertad y la justicia, respiramos un aire
distinto, sentimos una convicción política real y participativa. Somos los que
no se conforman con poco. Somos los que queremos un Chile distinto. Somos los
que con orgullo y honor hacemos este movimiento.
Y llegará
el día en que junto a Pablo Neruda le cantaremos a Chile una canción de amor: “Ay cuándo, Patria, te casarás conmigo; con
ojos verdemar y vestido de nieve; y tendremos millones de hijos nuevos que
entregarán la tierra a los hambrientos” (Pablo Neruda, Cuando Chile).
Nos
asiste la fuerza, el coraje, la valentía y la determinación. La historia es nuestra y la escribiremos con
la potencia de la razón y la vitalidad de nuestros corazones.
Arriba los que luchan
Que vivan para siempre
las que luchan