viernes, mayo 23, 2025

MERCADO, POLÍTICA Y NEGOCIOS (LAS ELECCIONES COMO IMPOSIBILIDAD DEMOCRÁTICA)


Marcel Claude, Economista

 Centro de Estudios para la Industrialización, USACH

 

Una nueva jornada electoral se realizará a fines del presente año y ya se desplegó el desenfreno de las candidaturas y la tormenta de “inseminación” mediática de la llamada clase política que aloja a todos los variopintos partidos y representantes del espectro electoral, alineados con el poder empresarial para alcanzar los puestos de comando y control del aparato burocrático del Estado.  No sorprende para nada en este escenario, la forma absolutamente desequilibrada en que los medios cubren las elecciones presidenciales.  En el año 2021 cuando fue elegido Boric, según datos que se desprenden de informes del CNTV[1], los candidatos de los bloques legitimados por el régimen de dominación (Boric, Kast, Sichel y Provoste) tuvieron una cobertura mediática del 80%, mientras que Eduardo Artés, el único que planteaba un proyecto político disruptivo, anticapitalista y no oligárquico, apenas era cubierto en un 2%.  Esto remite inevitablemente a lo planteado por Baudrillard[2] , cuando sostiene que los medios crean simulacros y narrativas que las presentan como reales, pero que no son más que construcciones artificiales que han terminado por suplantar a la realidad.  Los medios en Chile crean a los candidatos definiendo el escenario en el que deben actuar y los instalan adornados de narrativas seductoras, acotando las posibilidades únicamente a aquellos candidatos que solo representan a los intereses de la gran clase empresarial y del capital.  Finalmente, son los medios quienes deciden las elecciones presidenciales y la masa de votantes sigue el derrotero que los medios le abren ante sus ojos.

 

A su vez, la cobertura mediática de los candidatos que difícilmente pueden esconder su vocación farandulera y oportunista como MEO y Parisi (18% en total), nos pone de lleno en la crítica de otros autores destacados del siglo XX como Adorno, Horkheimer y Guy Debord que cuestionaron a la política del espectáculo que surge bajo el capitalismo tardío[3], donde los líderes políticos se convierten en "productos" empaquetados por los medios, priorizando la apariencia sobre el contenido, en donde los medios masivos —prensa, radio, televisión— transforman la política en un entretenimiento como es el famoso programa “Sin Filtros”, anulando la capacidad crítica del ciudadano, llegando así a una simulación de democracia, ya que las elecciones y los discursos se vuelven vacíos sin opciones reales –salvo aquellas que ofrece el sistema dominante.  De esta manera, el espectáculo político oculta las estructuras de dominación económica y social, dando una ilusión de participación sin cambiar las condiciones materiales de existencia de las mayorías.

 

Al divagar pensando en cómo escribiría este artículo, me volvió a la memoria el famoso y aún pertinente[4] análisis que hace Karl Marx de los acontecimientos que ocurrieron en Francia entre 1848 y 1852, en su libro El 18 Brumario de Luis Bonaparte, en el cual Marx sostiene que:

 

«Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa»

 

Si tomamos el hecho histórico distintivo que fue el gobierno de Salvador Allende y su derrocamiento, sin duda alguna una verdadera tragedia para las clases sociales postergadas y oprimidas de Chile, los gobiernos de Lagos, Bachelet y -cómo no- del mismísimo Boric, que usan y manosean el legado político de Allende ad nauseam, han sido la farsa. Lo que Marx no anticipó es que la farsa se puede repetir más de una vez.

 

Ese texto de Marx, no solo nos sirve para entender ciertas particularidades de la historia, tales cómo, el que un muchacho inexperto y falto de toda grandeza política como Gabriel Boric –y pregunten a Karol Cariola si me equivoco- llegue a ser presidente, sino también, nos permite explicar cómo el llamado “Estallido Social” que tuvo en jaque al régimen político institucional y atemorizó a la oligarquía capitalista, no logró concretarse en cambios profundos y contundentes, al punto que ni siquiera se pudo cambiar la Constitución de Pinochet-Lagos.  Algo similar ocurrió en Alemania, en 1918, cuando estalló la revolución como resultado del fin de la Gran Guerra y bajo la influencia de la Revolución Rusa, en la cual el proletariado más poderoso de toda Europa impuso una imponente huelga general paralizando las principales ciudades del país[5]; sin embargo, al igual que en Chile la clase política supuestamente proclive a las demandas del Estallido Social –como Boric y su “izquierda” rosa posmederne-, en Alemania la socialdemocracia articuló el proceso permitiendo la recomposición de las oligarquías capitalistas y haciendo fracasar la revolución.

 

Para entender la deriva que ha experimentado la política no solo en Chile sino a nivel mundial, es menester referirse a otro economista de la Escuela de Chicago, James M. Buchanan[6], no tan conocido como Friedman y Harberger, pero no menos importante. Para Buchanan y su Teoría del Public Choice, lo que se busca es extender la teoría económica al funcionamiento del sector público.  Este autor  sostiene que los fenómenos sociales, tanto en lo político como en lo económico, emergen de procesos e interacciones que se originan única y exclusivamente en los individuos y en sus preferencias; postula la simetría del comportamiento, vale decir, afirma que las personas cuando eligen entre consumir vino o cerveza, por ejemplo, lo hacen con las mismas inclinaciones que cuando eligen al “candidato Z” o al “candidato R” en la caseta de votación; y finalmente argumenta que la política, la acción colectiva y la interacción de los individuos en ellas, deben ser vistas como procesos de negociación e intercambio muy similares a los que ocurren en el mercado.  Fin de la acción política como expresión de los intereses de clases sociales mutuamente contrapuestas disputando su participación en el excedente económico.

 

Es sorprendente constatar cómo, tanto Marx como Buchanan, autores tan antagónicos y distanciados cronológicamente, nos permiten entender la dinámica de la política chilena actual….Se desprende del texto de Marx que el proletariado, la clase trabajadora,  el mundo popular, las clases subalternas (como quieran llamar a los que se expresaron en el Estallido Social) al no estar organizados, no tener un proyecto político de liberación común ni una consistente conciencia de clase, su protesta social fue instrumentalizada por los sectores renovados de la “izquierda” posmoderna, orientada a representar los intereses de las minorías como la comunidad LGTBQ+, los ecologistas pro capitalistas y las neo feministas que, al firmar el Acuerdo Por la Paz Social y la Nueva Constitución, iniciaron un proceso de deslegitimación, desarticulación y represión del movimiento que condujo a la recomposición de los poderes fácticos y a la desmovilización del Estallido Social, lo que le valió a Gabriel Boric la posición de presidenciable.  Siguiendo con el texto de Marx, el análisis que hace del campesinado de aquella época, es completamente pertinente para entender el comportamiento político de las masas populares del Chile actual que siendo mayorías, y al estar desarticuladas, sin organización política, sin identidad de intereses, es decir, no conformando una clase, son incapaces de hacer valer sus aspiraciones, no pueden representarse y tienen necesariamente que ser representados y, en el actual escenario de la política chilena, esta representación puede perfectamente ser ejercida bajo la forma de una autoridad por encima de ellos que somete y pone orden, vale decir, ante la ausencia de un proyecto de izquierda orientado a representar genuinamente a los sectores subalternos, alguna forma de fascismo estará disponible para ello en las próximas elecciones, tales como Matthei, Kaiser o Kast.

 

Ahora bien, al constatar cómo está estructurado el sistema de partidos políticos y las elecciones en Chile, es difícil abstenerse de la Teoría del Public Choice de Buchanan, no tanto en el sentido de que nuestra realidad política sea una constatación de la verosimilitud de dicha teoría, sino más bien en tanto un proyecto que permite estructurar y configurar el accionar de la sociedad en el campo de la política, una suerte de neoliberalismo político que fue paulatinamente imponiéndose junto al neoliberalismo económico, lo que evidentemente fue asistido por la vía de la brutalidad de un régimen dictatorial.  Como dijo otra de las candidatas del fascismo chileno, Evelyn Matthei:

 

«Matar gente es lícito, con tal de imponer tu proyecto político».

 

Este proyecto de Buchanan (el Milton Friedman de la política) también nos permite distinguir la auténtica democracia como expresión de la soberanía popular de los procesos electorales que experimentamos en nuestro país.  Cuando las elecciones consisten en disputarse el mercado de la política, mediante campañas publicitarias idénticas a las que se utilizan para promover el consumo de Coca-Cola que, además, cuestan centenares de millones de pesos, financiadas en parte con recursos provenientes de grupos económicos, en donde no hay proyectos colectivos y menos aún expresión de los intereses de las clases subalternas completamente expulsadas y ausentes del procesos electoral, en donde la cobertura mediática está controlada también por los poderes económicos que no cubren a los candidatos o candidatas que puedan perturbar los intereses oligárquicos, entonces estamos en el paraíso de Buchanan: hay una simetría perfecta entre la elección del candidato Winter o del candidato Kaiser en la política y la opción de comprar calzoncillos Kayser o longanizas Winter en el mercado. La coincidencia de nombres es una gran y perfecta ironía de la historia.

 

Lo anterior se hace más evidente al pensar en el funcionamiento de los partidos políticos, los que han devenido en verdaderas PIMEs (Partidos Instrumentales para obtener Medios Económicos).  Comunistas, socialistas, PPDs, UDIs, eReeNes, Republicanos, etcétera, compiten por los puestos de comando y control del aparato burocrático del Estado para administrar cuotas de poder exclusivamente como un mecanismo de ascenso social y por los fondos que otorga el SERVEL para el financiamiento de los partidos y de las candidaturas.  El único resultado de todo esto ha sido mantener el Status Quo y consolidar la sociedad de privilegios que es hoy Chile.

 

De acuerdo a la Ley N° 19.884, los candidatos que se presenten en los diversos tipos de elecciones pueden recibir un financiamiento entre 800 y 1.500 pesos por voto, y por otra parte, los partidos reciben un monto anual calculado a partir de los votos válidamente emitidos en la última elección de diputados[7], lo que hoy llegaría a 9.700 millones de pesos anuales a repartirse entre todos los partidos políticos en función de los votos recibidos y su representación parlamentaria.   Solamente en el 2017, los aportes recibidos por la política en las elecciones presidencial, parlamentarias y de consejeros regionales llegaron a los 27.700 millones de pesos.  Los partidos políticos afines con el régimen de dominación actual como Renovación Nacional, la UDI, la DC y el Partido Socialista, llegan fácilmente a los mil millones de pesos anuales como aportes del SERVEL.

 

A lo anterior hay que agregar que el proceso de escrutinio de los eventos electorales es otro negocio altamente lucrativo, dado que el SERVEL licita estos procesos a través del portal de compras públicas (www.mercadopublico.cl), en donde reiteradamente aparece ADEXUS SA como la empresa que se ha adjudicado dichas licitaciones.  Sólo para el ciclo electoral que incluyó las elecciones de 2021, se estima que los contratos asignados a ADEXUS SA podrían fácilmente superar los 3.000 a 5.000 millones de pesos chilenos.  No hay mucha información pública para verificar estos montos ni sobre los criterios para elegir repetitivamente a una misma empresa, ni tampoco existen mecanismos de fiscalización ciudadana conocidos para indagar sobre los procedimientos tecnológicos que aplica dicha empresa.  En consecuencia, la posibilidad de fraude electoral no puede ser descartada.

 

Dicho todo lo anterior, queda claro que todo el sistema electoral en Chile es una maquinita perfectamente aceitada cuyo funcionamiento opera para garantizar la ausencia de la democracia: los medios crean a los candidatos y el escenario de la política en donde no se expresan los intereses de las clases subalternas mayoritarias; los partidos son “emprendimientos” que se reparten el mercado de los votantes y los fondos públicos asignados a la política; el SERVEL financia dicho negocio y  el sistema de licitaciones de los procesos eleccionarios, garantizando que sean criterios mercantiles y no políticos los que cuentan a la hora de contar los votos –valga la redundancia- y en donde no puede descartarse la eventualidad del fraude si es que las fisuras del mecanismo dejasen pasar un candidato o candidata que pueda amenazar la estabilidad del sistema de opresión.  Hoy la política es un negocio que no permite construir un proyecto de sociedad en el que las mayorías postergadas alcancen una mejor posición en la repartición de la riqueza.  Después de 20 años de ejercicio de la política al más puro estilo de Buchanan y gastándose millones de dólares en los procesos electorales, la desigualdad pasó de un 10% controlando el 50% de la riqueza en el año 2003 a solo un 1% de los más ricos haciéndose de dicho 50% en la actualidad.  Sangría de recursos públicos al servicio de la dominación capitalista.

 

En este nuevo año electoral, nos aprontamos a revivir una vez más la farsa de la democracia representativa que ofrecen los medios y la política espectáculo, y sucederá así reiteradamente hasta que un nuevo estallido social se haga presente y amenace el orden capitalista dominante, lo que ocurrirá ineluctablemente, pues como decía Rosa Luxemburgo, tarde o temprano, la revolución despertará.



[1] Consejo Nacional de Televisión

[2] Baudrillard, Jean “Simulacros y Simulación” (1981)

[3] Adorno no desarrolló el término "política del espectáculo" –más bien vinculado a Guy Debord en la “Sociedad del espectáculo”, 1967- pero sí desarrolla ideas en donde critica la mercantilización de la política, la mediatización del poder y la degeneración de la democracia en el modo capitalista de producción.

[4] Entiendo que referirse a Marx hoy en día sea una herejía que se distancia del mainstream consolidado y políticamente correcto, mas eso no obsta a que me permita entender el comportamiento de los actores políticos del presente y tampoco impedirá que sea descalificado por terrorista.

[5] Entre los hechos notables de dicha revolución, cabe destacar que se organizaron consejos de obreros como los soviets en Rusia y Rosa Luxemburgo fue liberada de la prisión por los mismos trabajadores…. No ocurrió eso en Chile con Héctor Llaitul, pero habría sido un hecho notable.

[6] James Buchanan, recibió el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel (1986), entendido como Premio Nobel de Economía que no existe para la ciencia económica y que fue creado por Banco de Suecia como un remedo del Premio Nobel.

[7] Según la Ley N° 19.884 El aporte total a repartir para cada año estará constituido por el equivalente a cero coma cero cuatro unidades de fomento multiplicado por el número de votos válidamente emitidos en la última elección de diputados.

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