jueves, diciembre 21, 2006

Demandas Ambientales


Ya se cumplieron 6 meses del gobierno de Michelle Bachelet y el balance en materia ambiental es menos que mediocre. Ciertamente, en tan poco tiempo no se puede exigir un real cambio en la institucionalidad ni mayor regulación, pero sí es posible evaluar las principales directrices que rigen la política ambiental de su administración.

Antes de la elección, la entonces candidata a la Presidencia suscribió una serie de acuerdos con un grupo de ambientalistas que fue celebrado por quienes firmaron el documento como si se tratara de un gran triunfo político. Entre los puntos más destacados de este “pacto” se encontraban la creación del ministerio del Medio Ambiente, el rechazo al proyecto Pascua Lama, y la no exploración de fuentes nucleares de energía.

Pues bien, no solo en esos tres aspectos el acuerdo no se ha cumplido, sino que además hay que agregar el inicio de las operaciones de la Celulosa de Nueva Aldea en el valle del Itata y el interés por la construcción de las hidroeléctricas en la Región de Aysén. Estos hechos demuestran una vez más el descarado cinismo de las autoridades en relación con el medio ambiente.

Si algún ciudadano pensó que con Michelle Bachelet las cosas en materia ambiental serían de otra forma, hoy será parte de los 800 mil chilenos deprimidos que viven en este país. La Presidenta ha seguido al pie de la letra el modus operandi de todos los gobiernos de la Concertación, que han facilitado los proyectos devastadores para el ecosistema. Por eso, los compromisos suscritos durante su campaña no son más que eso: una obvia y predecible estrategia electoral para ganar votos y nada más.

Para convertir el tema medioambiental en un asunto de interés público de relevancia se debe perseguir un propósito político trascendente. El movimiento ecologista debe estar anclado a las bases y proyectos sociales que sustentan las principales demandas de las organizaciones ciudadanas. La cuestión ambiental debe ser aglutinadora y sintonizar con las expectativas de mayor justicia y equidad de la mayoría de la población.

Un movimiento ecologista que no considere los conflictos sociales, será siempre desatendido por las autoridades políticas, que sucumben ante la poderosa influencia de los intereses privados. Los problemas ambientales son consecuencia también del actual modelo económico, que produce altísimos niveles de marginalidad y exclusión. Por ello, las demandas de los trabajadores, estudiantes o profesores confluyen en un reclamo mayoritario y es en ese espacio donde se debe anclar también el movimiento ambiental.

Marcel Claude, Economista.

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