miércoles, diciembre 20, 2006

Agroindustria


Como sabemos, uno de los mayores éxitos del llamado modelo económico chileno, o milagro según los más entusiastas, es haber desarrollado un poderoso sector agro-exportador. De hecho las exportaciones agrícolas en octubre de este año superaron los dos mil millones de dólares, mientras que la agroindustria registro retornos durante el mismo período por más de cuatro mil millones de dólares, alcanzando ambos sectores a cubrir casi el 20% de nuestras exportaciones totales en lo que va de este año.

Por otro lado, la mayoría de los analistas concuerda en que el reciente Tratado de Libre Comercio firmado con China tendrá su efecto más importante sobre las exportaciones agrícolas y de la agroindustria chilena, dado que se espera que este tipo de envíos a China aumenten entre 100 y 150 millones de dólares, muy por encima de los 80 millones de dólares actuales.

También se esperan grandes beneficios en aquellos productos a los cuales China otorgó la reducción o eliminación, en un plazo de cinco años, de los derechos o tarifas que deben pagarse por ingresar al mercado chino. Entre estos productos están las cerezas, los duraznos frescos, el aceite de pescado, el salmón ahumado y los tableros de madera, entre otros.

Sin embargo, estos buenos augurios para la industria agro-exportadora contrastan con la cruda realidad laboral de los asalariados temporeros agrícolas, que se caracteriza por una baja formalización de los contratos, alta vulnerabilidad a despidos, incumplimiento de las normas de seguridad y previsión social, alto riesgo de enfermedades y accidentes laborales, siendo una de las más graves las intoxicaciones crónicas por exposición a agroquímicos y plaguicidas.

Recientemente hemos sido choqueados con dos noticias que evidentemente no causaron ningún tipo de impacto. Una dice relación con la masiva intoxicación que sufrieron 74 temporeros después de la aplicación de plaguicidas en la comuna de Algol, Novena Región. El uso de estos plaguicidas está en íntima relación con el éxito de la industria agro-exportadora. No obstante, el costo lo pagan las temporeras y sus familias que reciben como compensación, únicamente, sueldos indecentes y condiciones laborales inaceptables.

La otra noticia dice relación con la denuncia de la Agencia Walsh, en la que se nos informa que trabajadoras temporeras en Requínoa, Sexta Región, trabajaban entre 12 a 14 horas diarias, seleccionando ciruelas, de pie y encadenadas a la mesa de trabajo, para que no fueran al baño: una cadena circundando la cintura y otra, en las piernas

Lo preocupante es que la firma de estos Tratados Comerciales no remediará la situación anterior, y muy por el contrario creará incentivos para profundizar la precariedad del trabajo agrícola, ya que el empleo indecente y barato es una de nuestras principales ventajas comparativas del milagro económico chileno.

Marcel Claude, Economista.

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