Uno de los temas ejes de la campaña presidencial, cuya primera vuelta recién ha terminado, es el problema de la desigualdad. Todos los candidatos tocaron el tema y, algunos partidos como la Democracia Cristiana, ofrecieron cambiar el modelo. Pareciera ser que el tema de la desigualdad explotó como una enorme novedad, como si nadie lo hubiese sabido antes, como si el slogan de la campaña presidencial que llevó a Lagos a La Moneda no hubiera sido el de “crecimiento con igualdad”. Sin embargo, el problema tiene su historia y sus responsables y lo más indignante de todo esto, es que muchos candidatos hayan sacado partido electoral y carné de humanistas éticamente motivados.
En primer lugar, deberíamos entender que el famoso modelo o milagro económico chileno no es el resultado de una reflexión profunda, producto de años de estudio, ni tampoco es el fruto del consenso científico. El modelo chileno no es otra cosa que el viejo y nefasto capitalismo salvaje, desenfrenado y sin límites que, en el caso chileno, se basa en la acumulación de capital financiero por parte de las trasnacionales y de los grupos financieros internos, a costa de una explotación inmisericorde de la naturaleza y de los trabajadores. Acá no hay modelo de desarrollo alguno, ese que explicaría, por ejemplo, un mejoramiento de los sueldos, de la educación y de la salud pública. Lo que hay es, pura y simplemente, un patrón de acumulación de capital que nos empobrece como país y nos degrada como personas.
De otro manera no se explicarían la escala ce sueldos para el 2003 que entrega Impuestos Internos en su página WEB, en la que se observa que el 85% de los trabajadores tiene un sueldo inferior a los 350 mil pesos, que el 98% de la fuerza de trabajo recibe una remuneración inferior a los 890 mil pesos mensuales, mientras que señores como Angelini, Matte o Lucksic acumulan diariamente y por lo bajo, una suma superior a los 500 millones de pesos. Un profesional de clase media acomodada necesitaría –hoy en día y al menos- percibir un sueldo mensual cercano al millón y medio de pesos, para emular las condiciones de vida que tenía este mismo profesional hace treinta años atrás. Hoy, en el Chile de las espectaculares cifras macroeconómicas, una remuneración igual o superior a esa la recibe solamente el 0,7% de los trabajadores. Esto quiere decir que la vieja clase media chilena ya no existe, es un mito urbano.
Hoy sólo existe un sector pequeñísimo pero enormemente rico y una mayoría gigantesca de chilenos (cerca del 90%) que se las arregla mal y muy mal para vivir y la clase política no puede desentenderse de su responsabilidad.
Marcel Claude, Economista.
miércoles, diciembre 20, 2006
Modelo y Desigualdad
Publicado por Unknown en 6:52 a. m.
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