Cuando la
periodista
Leticia Martínez defiende la carnavalización que supuso festejar los más de 800
millones de dólares de ingresos y el aumento de un 16% de las ventas de Habanos
S.A. en el Capitolio de La Habana, «no
sabía mi amor no sabía» que no solo estaba relegitimando las fiestas
pantagruélicas de la Cuba de Batista, lugar de divertimento para los yanquis
multimillonarios y mafiosos, sino que también nos ilustra algo sobre el
espíritu de las nuevas generaciones de “izquierda” (posmoderna) que se han
tomado la posición en nuestros países del Sur de América.
Sin miramientos sostiene que «Y si hoy estamos como estamos … es porque un
día nos creímos eso de “la necedad de asumir al enemigo, la necedad de vivir
sin tener precio”» poniendo en entredicho de manera muy vanidosa y soberbia
el sentido de lucha que siempre ha caracterizado a la izquierda, afirmando el
error, lo necio y lo absurdo de asumir al enemigo (léase de enfrentar y
combatir a los adalides del capitalismo que son nuestros enemigos), y peor aún,
confirmando lo necio y absurdo de vivir sin tener precio, léase: si quieres
tocar lo cierto (parafraseando a Silvio Rodríguez) ya no tienes que amar el
tiempo de los silencios ni la hora que nunca brilla, más bien tienes que fijar
un precio, tienes que convertirte en mercancía, tienes que venderte. Ahí es donde los dichos de Leticia se te atragantan
y se te clavan como una dolorosa daga que vuelven muy tristes los tiempos
venideros.
A estas generaciones nuevas de
la “izquierda” rosa posmoderne ya no les acomoda luchar, más bien desdeñan ese
tipo de acciones políticas, quieren negociar, transar, llegar acuerdos con el
enemigo, sin tener en cuenta lo que alguna vez dijera un antiguo político
chileno que compitiera por las presidenciales con Salvador Allende en 1970,
Radomiro Tomic: «cuando se gana con la
derecha, es la derecha quien gana».
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